La gente conecta con la gente… y con su historia

por | Sep 13, 2021 | Sin categoría | 0 Comentarios

Como asesora de marcas personales entiendo los temores de cada una de mis clientas, pues yo misma los viví uno a uno. En la lista están los clásicos “¿Quién soy yo para hacer tal o cuál cosa?” junto al “¿Por qué tener una sola cuenta de Instagram si a nadie le importa mis cosas personales?”, seguido del “¿Qué historia voy a contar si no hay nada del otro mundo en mi vida o si lo que estoy es dándoles material para que me critiquen?”. 

¿Y saben qué? En realidad era una excusa, porque detrás de esa filosofía había una combinación de miedo, de inseguridad y de complejos. 

¿Qué me llevó a esconderme tras ese escudo? Mi historia… o más bien, el no abrazar mi historia. Yo provengo de Cristo Rey, un barrio de clase media baja de Santo Domingo. Mi papá vino de Baní y mi mamá de Azua; mis fines de semana y mis vacaciones de verano me las pasaba en el campo. Mi papá era dueño de un colmado. Fui parte de la primera generación en mi familia, de ambos lados, en graduarme de la escuela secundaria —e ingresar a la universidad—. Tuve que sacarme mi primer pasaporte y mi primer visado yo sola, ya de adulta. Por eso, yo dentro de mi coraza me preguntaba: “¿Quién soy yo para hablar de marcas personales y de mercadeo? ¿Quién me va a escuchar”.

Pero yo, armada solo de la confianza en mí misma, comencé a andar. Hay gente que ha llevado ese camino que yo me atreví a recorrer a casi una ciencia, y ustedes saben quiénes son: cuentacuentos como el equipo de Pixar. El llamado Hero’s Journey (el trayecto del héroe o la heroína) es una herramienta de narrativa que comienza con un llamado a la aventura, sigue con la ayuda sobrenatural y un guardián, continúa con un abismo que da a la expiación y culmina con el regreso a casa, que es cuando el héroe o la heroína termina transformándose, pero a la vez retorna a sus raíces. Yo me di cuenta de algo importante: no debo ocultar ni mis raíces ni mi tronco ni mis ramas para solo enseñar los frutos, pues en mi proceso de crecimiento hay lecciones que pueden servirle a muchas otras personas que se encuentran en mi posición inicial.

Nuestras historias son un espejo para los demás: cuando decidimos recorrer ese camino de transformación y expiación abrazamos a una comunidad de gente que se ve reflejada y representada en nosotros.

¿A qué me refiero con eso? Todo comenzó con mi llamado a la aventura: yo tenía mi anhelo guardado de convertirme en charlista, y hacerlo profesionalmente era uno de mis deseos escondidos. Por eso, desde que comencé a trabajar en este proyecto de asesoría de marca personal en 2016, me propuse hacer videos en redes sociales para tratar de capturar la atención de organizadores de eventos enfocados en el branding digital. Finalmente, en marzo de 2019 llegó una oportunidad inesperada: la jornada Mujeres Emprendedoras y Empresarias tuvo lugar en el Embassy Hotel Suites, con unas 200 asistentes. Mi presentación se llamaba Make it Happen: Lanza tu proyecto en el mundo digital. Me asignaron 30 minutos para exponer mi contenido, y yo lo tenía muy claro: estas personas habían pagado un boleto para verme específicamente a mí. Yo armé la película en mi mente: iba a comenzar con la presentación de mi empresa, The Creative Agency. De ahí iba a seguir con un recorrido por mi carrera, para luego entrar en esos cinco puntos que hacen que los sueños se cumplan gracias a los medios digitales. Para cerrar, iba a contar una anécdota emocional, hablando sobre mis sueños y mis orígenes, para dejar dicho que no hay inicios pequeños, sino falta de fe en uno mismo. Hablé del campo, del colmado, del pasaporte, de los complejos… y la cosa se puso más emocional de la cuenta. En medio de las lágrimas, no pude controlar la gratitud que sentía por haberme dedicado a trabajar por un sueño aun sin haber nacido dentro de ese esquema de privilegio que nosotros creemos que hay que tener para tener el derecho a una visión soñada de vida.

 

Pero entonces sucedió algo que no esperaba: se acercaron más de 100 personas a conversar conmigo después de la conferencia. Esa semana, a mi cuenta en Instagram se le sumaron más de 300 seguidores y vi un crecimiento exponencial de mi marca a nivel de posicionamiento. Fue un salto cuántico. ¿Y saben por qué? Porque llegué a calcular que nosotros en realidad no somos una minoría: el soñador y la soñadora que nace en el campo o en el barrio y lucha por progresar es la historia de una gran parte de los dominicanos. Esas personas vieron mi lado humano, y motivados por mi honestidad me explicaron que constantemente sentían desconfianza de lo que veían en redes sociales, porque tenían miedo de estar frente a una pantalla sin un profesional ético detrás. Por eso, muchas tomaron la decisión de trabajar conmigo luego de conocer mi historia de vida. Yo ahí entendí que no tenía por qué esconderme. Mi historia resonaba con mi público. La gente, en otras palabras, conecta con la gente.

Liberada de ese escudo tan pesado que yo misma me había puesto a cargar, decidí contar la historia completa en mi cuenta de Instagram: me tomé fotos con mi papá en el colmado e hice un recorrido por mi antiguo barrio —en mi familia nos mudamos a Arroyo Hondo cuando yo estaba ya en la veintena—.  En menos de dos semanas comencé a recibir ofertas de programas de charlas cada vez más ambiciosos, de esos con precios de boleta que superan los 500 dólares. En los meses siguientes, al menos un 40 por ciento de mis clientes nuevos de talleres y programas me contó que llegó a mí tras conocer mi historia personal. Cuando comenzaba a trabajar con ellos y ellas, la respuesta me hacía sonreír: “Eres exactamente lo que yo veía en redes”, me decían. No tuve que convertirme en un personaje para encajar, y eso me da una tranquilidad que jamás, detrás de mi escudo, pensé que iba a sentir. 


¿Y saben qué he decidido, ahora que estoy donde siempre supe que quería estar? Yo no quiero encajar. No quiero replicar los patrones clasistas que vi cuando estaba comenzando mi trayecto. Esta heroína ha decidido reconocer la importancia de su voz y dar más visibilidad a su propia comunidad. Yo quiero aceptar quien soy, pero sobre todo aceptar mis factores diferenciadores. Nuestras historias son un espejo para los demás: cuando decidimos recorrer ese camino de transformación y expiación abrazamos a una comunidad de gente que se ve reflejada y representada en nosotros. No quiero sentir vergüenza por quién soy ni de donde vengo, porque la vergüenza es una forma de silencio. Sin embargo, cuando rompemos con esa vergüenza nuestras acciones hablan y gritan por nosotros, y con eso inspiramos a otros y a otras a decir que también pueden tener una marca personal, un negocio innovador y un media tour ambicioso, porque en este país hay mucha más gente como nosotros. ¿Y al final, qué es lo que hace la gente? Conecta con la gente.